El equilibrio del poder geopolítico en diferentes momentos cronológicos. Parte 3
El año 24 d.C. no estuvo marcado por ningún acontecimiento importante a nivel global. Más bien, podemos hablar de la continuación de una serie de procesos que habían comenzado tiempo atrás. El Viejo Mundo llegó vio el nacimiento gradual de cuatro gigantescos y poderosos imperios, pero no todos ellos se encontraban en la misma posición hace dos mil años. Roma ya no se parecía en nada a como era hace quinientos años, cuando dos pequeñas ciudades luchaban por controlar Cremera. Es cierto que la familia Fabio seguía perteneciendo a la élite después de quinientos años, pero ahora el Imperio Romano tenía una población de 54 millones de personas y un territorio de unos 5 millones de km2. La década de los 20 fue bastante tranquila y pacífica bajo el reinado del emperador Tiberio. El único conflicto en el año 24 seguía siendo el Norte de África, donde la guerra de guerrillas de los bereberes bajo el liderazgo de Tikfarin (conocido por los romanos como Tacfarinas) llevaba ya seis años. Este desertor del ejército romano lideró un levantamiento de pastores contra los intentos de un lacayo de Roma – el último rey moro Ptolomeo, nieto de Antonio y Cleopatra – de arrebatarles sus pastizales para convertirlos en campos agrícolas bajo la supervisión de colonos romanos. La naturaleza de las acciones de Tikfarin se asemeja bastante a la lucha de Abd al-Qadir contra los franceses exactamente en el mismo lugar dieciocho siglos más tarde. Tres cónsules romanos – Camilo, Apronio y Blasio – derrotaron fácilmente a los destacamentos bereberes en batallas a campo abierto y luego regresaron a Roma diciendo que habían suprimido la rebelión y celebraron su triunfo en las calles. Los tres mentían: la revuelta no fue aplastada y Tikfarin continuó librando su guerra de guerrillas con tal de impedir que las autoridades romanas se apoderaran de las tierras en disputa. No fue hasta el 24 de marzo cuando el cónsul Cornelio Dolabella (otro patricio de una antigua familia) pudo localizar y rodear el campamento de Tikfarin cerca de la ciudad de Ausia (llamada así por una deidad bereber, pero ya colonizada por los romanos). Reacio a rendirse, el líder se arrojó sobre las lanzas romanas. Con su muerte terminó la revuelta y comenzó el desarrollo agrario de la costa argelina.
Hoy, exactamente dos mil años después, las ruinas de la antigua Ausia siguen intactas al Sur de la ciudad argelina de Ghozlan (literalmente «la muralla de la gacela»). Incluso la tribu bereber a la que pertenecía Tikfarin sigue existiendo: antaño se llamaban los Musulali, ahora se llaman los Gogala, los cuales se reducen a unas pocas familias que han emigrado lejos a Senegal. A diferencia de las familias aristocráticas romanas, los clanes bereberes siguen vivos hoy en día y llevan la vida habitual de pastores guerreros.
La muerte de Tikfarin garantizó al Imperio Romano una paz absoluta durante mucho tiempo, algo de lo que no gozaban sus vecinos orientales que se encontraban debilitados y en crisis desde hace dos mil años. El rey parto Artabán II, fundador de la nueva dinastía, era sólo un nómada dahi por parte de padre (los dahi son los antepasados de habla iraní de los actuales turcomanos) e hijo de una princesa parta de la dinastía arshakí sólo por parte de su madre. Artabán II fue colocado en el trono por los adversarios de Roma y se comportó de forma extremadamente pasiva pues nunca se atrevió a declararle la guerra a nadie. Del mismo modo se comportó el rey del Bósforo Riskuporid I Aspurgus – el fundador de una nueva dinastía (también conectada con la anterior dinastía por vía materna –, el cual gobernó el sur de la actual Rusia. Riskuporid I Aspurgus fue un fiel y calmado vasallo de Roma que trajo prosperidad y bienestar a las orillas del estrecho de Kerch.
Más al Este, el débil rey bactriano Gerei se preparaba para ceder su control sobre los territorios de los actuales Afganistán y Pakistán a una nueva y formidable fuerza procedente del Norte: los kushanos. La India estaba fragmentada en una serie de Estados de tamaño medio, pero bastante prósperos. Sólo Magadha, antaño líder en la Antigüedad clásica, vivía ahora una modesta existencia bajo el dominio de una dinastía foránea del Sur, los satavahan.
Sin embargo, varios acontecimientos importantes sucedieron en China en el año 24 d.C. Sólo veinte años antes el Imperio Han contaba con 59 millones de habitantes, más que el Imperio Romano. Pero los años de gobierno del usurpador Wang Mang, que provocaron una catástrofe ecológica y demográfica, redujeron la población a la mitad. Desde el año 17 los levantamientos provocados por los ejércitos de los «cejas rojas» y las «tropas de la montaña Liuilin» habían hecho estragos en el país. El primer acto de una guerra civil a gran escala, que China no había visto en más de dos siglos, terminó en el otoño del 23 con la muerte del sangriento y brutal general Wang Mang. Entonces fue proclamado como emperador uno de los príncipes de la dinastía Han Liu Xuan, que recibió el nombre de Genshi-di. A partir de este momento, comienza el segundo acto de la tragedia: la encarnizada lucha de las distintas facciones rebeldes entre sí. Liu Xuan, que llegó al poder gracias a sus primos Liu Yan y Liu Xu (que ya habían perdido a otros hermanos en su lucha contra Wang Mang), ejecutó al primero de ellos, pero dejó vivo al segundo como uno de sus comandantes. Necesitaba a Liu Xu para reprimir la fuerte y peligrosa rebelión de un impostor: el adivino Wang Lan, que se declaró «emperador Liu Ziyui».
En la primavera del 24, Liu Xiu reprimió la rebelión y Wang Lan fue asesinado. Sin embargo, inmediatamente después, el astuto Liu Xu comenzó a reclutar a los rebeldes en su ejército con tal de reunir fuerzas para ascender al trono y no interferir en la guerra en curso entre Liu Xuan (Genshi-di) con otros rebeldes. Hace exactamente 2000 años, Genshi-di trasladó la capital de Luoyang a Chang'an, donde abandonó los asuntos de Estado y comenzó a entregarse a la embriaguez y el libertinaje. Antes de su muerte y el comienzo del tercer acto de la guerra civil – la guerra de Liu Xu (emperador Guang Wu-di), Liu Pengzi (un pastor adolescente manipulado por los «cejas rojas»), el ex emperador Wanman Zhuqzi Ying y las intrigas generales del ejército del monte Liuilin – solo faltaba un año. La nueva China Han en el Este bajo el liderazgo del sabio Guan Wu-di nació de una sangrienta y larga agonía.
Las élites y el pueblo tuvieron que soportar treinta años de caos para luego experimentar un siglo y medio de estabilidad. Se daban todos los requisitos para un nuevo auge: recuérdese que el científico-inventor más importante del mundo en aquella época fue Liu Xun, ejecutado por Wang Mang poco antes de su propia muerte en el año 23.
Preocupados por la guerra civil, los chinos apenas prestaron atención a los procesos que tenían lugar en sus vecinos del noreste, a los que consideraban bárbaros. Mientras tanto, fue en el año 24 d.C. cuando se enterró a Namhe Chhachhun, el segundo rey de Silla, que derrotó repetidamente tanto a las tropas chinas como a las japonesas. La palabra «Chhachhun» no significa «sacerdote», si no «chamán» (en coreano moderno suena como «chun», monje), quien se creía que era hijo de su milagroso padre Pak Hyokkose, el cual obtuvo varias victorias con la ayuda de milagros. Los chinos no se percataron de que este nuevo reino, que existiría con éxito durante mil años, surgió de la débil alianza de las tribus Pyongjin. El nombre de Silla (entonces pronunciado como Sara) suele entenderse como «nueva capital». Pero los coreanos honran a este líder con el nombre de Namkhe, el cual los chinos escriben con el carácter de «guryo» o «kuru» que viene de caballo, igual que los japoneses que usan el carácter de «koma». Lo más probable es que ambas variantes signifiquen «oso». Así es como una nación euroasiática de chamanes del bosque, cuyo nombre «guryo» se convertiría en el nombre de Corea con el paso de los siglos, ascendía para volverse parte activa de la geopolítica mundial.
Este era el mapa geopolítico del Viejo Mundo hace dos mil años, cuyo ritmo era inequívocamente dominado por Roma, mientras que Chang'an ya se preparaba para pisarle los talones. Estos dos serían los polos centrales que definían claramente la hegemonía continental.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera