El tiempo ha vuelto a transcurrir en Rusia

16.03.2022

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

La Operación Especial Z lanzada por el gobierno ruso no se reduce a la desmilitarización y desnazificación de Ucrania o a la protección de los rusos del Donbass y la defensa de la soberanía rusa. Se trata más bien de una reafirmación de nuestra esencia y de un intento de volver a la Eternidad: somos la Tercera Roma, un Gran Imperio Cristiano que de evitar el hundimiento del mundo en el abismo.

La esfera de Florensky

La realidad puede ser observada desde dos ángulos distintos. Imaginemos una esfera transparente que tiene un reloj en el medio: si observamos el reloj desde abajo entonces vemos cómo va dando la hora, pero si lo vemos desde arriba pareciera que da otra hora. Entonces podemos preguntarnos, ¿qué hora está marcando el reloj? ¿Acaso las agujas del reloj van en un solo sentido o en dos? El padre Pavel Florensky uso este ejemplo para ilustrar un cuadro geométrico que explicaría la existencia de los “números imaginarios” como, por ejemplo, i o la raíz de -1. Fue a partir de estas operaciones matemáticas que Florensky dedujo la localización del infierno y el ascenso vertical de Dante (he subestimado mucho a Florensky y me arrepiento de ello).

Una misma aguja del reloj, vista desde dos ángulos distintos, puede moverse simultáneamente en dos direcciones diferentes. Por lo tanto, el intelecto espiritual y el intelecto material ven las cosas desde ángulos totalmente distintos. Ambas pueden observar lo mismo, pero su marco de referencia es completamente diferente. Una de las dos formas de ver la realidad es verdadera y la otra es imaginaria (como el número i). Sin embargo, la realidad sigue siendo una.

Dos puntos de vista: una realidad

La realidad es una estructura lógica que ha sido ordenada desde un punto de vista espiritual, ya que cada elemento tiene un significado y un contenido intelectual que puede ser captada por el lenguaje. Cuando observamos las cosas haciendo uso de la mente material todo parece invertido: el mundo se torna un conjunto indefinido que solo va adquiriendo sentido muy lentamente. La mente espiritual observa la realidad como una sucesión de cadenas caóticas y fractales o constelaciones aleatorias destellantes y emergentes que oscilan sin sentido (un vacío negro). Es una especie de lenguaje turbio que fácilmente puede ser confundido con la intoxicación por alcohol o una nube oscura creada por el uso de narcóticos. Los oligofrénicos (y probablemente los peces) viven en semejante estado sin la necesidad de drogarse, pues los elementos espontáneos terminan por ser organizados por un principio de aleatoriedad pesado, deslumbrante e impenetrable.

Las manchas

La mente material solo capta realidades falsas. Cuando intenta penetrar la realidad solamente ve manchas borrosas. La economía es la ciencia por excelencia de las manchas, pues no analiza las causas reales y no explica la realidad de las cosas. Lo único que observa son fragmentos de objetos que se desmoronan y que se mezclan de forma caótica con el dinero. Posteriormente, la economía proclama estos torbellinos sin sentido “leyes” de un universo en crisis. La economía no solamente producto de la imaginación, sino que tampoco existe como una ciencia independiente: es una aberración producto de un delirio nacido de una forma particular de ver las cosas.

Si queremos entender lo dramático y extremadamente preocupantes que son los acontecimientos actuales debemos observar el mundo desde otro ángulo, lo cual implica dejar de lado los fragmentos materiales y el imaginario creado por agujeros negros como el materialismo y el economismo. Solo así comprenderemos lo que realmente esta sucediendo.

Cómo alcanzar la sobriedad

No existe acontecimiento más lógico y coherente que la invasión rusa de Ucrania. Sin embargo, para entender tal acontecimiento es necesario abandonar toda explicación semi-materialista – ¡materialista! – que intenta explicar una realidad quebrada – por medio de opioides y drogas – a la que intentamos darle sentido por medio de los precios del gas, el sistema SWIFT, los aviones de carga, los escapes de Galkin, la aparición de laboratorios biológicos, el envenenamiento de cerdos por los agentes de la CIA o el robo del ADN de los eslavos para experimento cuestionables… Todas estas explicaciones no son más que fragmentos de una realidad mucho más grande. Por supuesto, esto no quiere decir que tales cosas no estén sucediendo, pero individualmente no explican lo que está sucediendo ahora: no son más que fragmentos sin contenido. El materialismo no es más que una explicación caótica de los acontecimientos donde todo se confunde en una estela difusa, como si la ignorancia nos hipnotizara y cautivara.

El problema subyace en que, una vez que ha llegado la calma, no nos damos cuenta de lo profundo que hemos caído y lo mucho que nos hemos hundido en medio del barro que nos rodea. No obstante, el mundo se ha vuelto bastante turbulento y es improbable que las cosas regresen a ser como antes. Por lo tanto, ha llegado la hora de observar no solo el mundo, sino también la historia, los pueblos y los Estados desde un punto de vista – no imaginario – de la realidad.

La idea de Rusia y los ciclos cósmicos

Desde una perspectiva espiritual (es decir, observando la realidad desde arriba) podemos decir que Rusia es un fenómeno inmaterial e intelectual. Rusia es una Idea y, después del fin del comunismo – a finales del siglo XX – vimos como el renacimiento de la Rusia Eterna no era otra cosa que un intento de transformación espiritual del mundo y la superación del materialismo. Por supuesto, el destino de Rusia es cumplir uno de los papeles más importantes de la historia sagrada: ser el “katechón”, el Retenedor (τό κατέχον). Este rol de ser el “Retenedor” (ὀ κατέχων), el Sustentador del mundo, no fue ocupado por nadie más o, más bien, siempre ha estado reservado para nosotros (el “trono siempre ha estado preparado”, etymasia). Era necesario que el Hombre del Destino reparará el Arca Rusa y nos guiará a la Última Batalla. Nuestro país fue creado con tal de participar en esta Última Batalla y todas nuestras guerras y victorias a lo largo de la historia no son sino preparativos para esta. Por supuesto, esta lucha implica lo siguiente:

  • Romper totalmente con Occidente, ya que es la civilización del Enemigo, el Engañador, el Anticristo;
  • Retorno a los valores rusos y a la Misión sagrada de Rusia;
  • Crear un Estado autónomo y soberano que no tenga nada que ver con Occidente (capitalismo, democracia, parlamentarismo, derechos humanos, tecnología cibernética, ideología de género, etc.)
  • Construir una sociedad basada en la Cuarta Teoría Política (4PT) que gire alrededor de la Iglesia, el Imperio, el Pueblo y la Justicia.

Ahora que Rusia ha recuperado su esencia después del fin del comunismo, no podemos negar que somos un Estado continental y un Imperio que debe ser unificado por medio del eurasianismo. La Providencia jamás deseo que fuéramos una república liberal. Sin embargo, debemos asumir la misión para la cual Dios nos creó. El demonio siempre estuvo vigilándonos, atento y listo para desviarnos de nuestro camino.

Pero ahora que hemos vuelto a recuperarnos (primero espiritual y luego materialmente) nos enfrentamos una vez más a Occidente (la “civilización del Anticristo”) que se ha vuelto cada vez más y más abiertamente satánica: destrucción del género y la familia, dominio total de la Inteligencia Artificial, degeneración moral, auge de filosofías perversas como el Postmodernismo o la Ontología Orientada hacia los Objetos, etc… Pero nuestro destino fue escrito en oro en el cielo y este destino ha sido expresado por zares, santos, staretz, ascetas, guerreros, filósofos, poetas y artistas rusos que han vivido en nuestra patria desde nuestro nacimiento. Nuestro deber es seguir este camino, especialmente ahora que las manecillas del reloj han comenzado a girar nuevamente.

El fracaso de la guerra contra Rusia

Sin embargo, no solo nos desviamos de nuestro camino, sino que terminamos por desplomarnos, cayendo muy bajo y hundiéndonos en las entrañas de una sub-realidad difusa. Pero ahora nos hemos recuperado: hemos comenzado a ascender, aunque seguimos atrapados en el mundo imaginario que el materialismo ha creado.

Durante un buen tiempo fuimos cautivados por Occidente y lo único que hacíamos era copiar y adorar servilmente todo lo que nos venia de allí (liberalismo, reformismo, Yeltsin, la década de 1990). En ese entonces rechazamos volver a nuestras raíces e intentamos llenar ese vacío abrazando el cosmopolitismo y la rusofobia. Todo lo que era auténticamente ruso era etiquetado de “roji-pardo” mientras que el liberalismo, el postmodernismo y la “modernización” eran exaltadas (Occidente era considerado la cúspide de la Modernidad).

Después de la caída del comunismo pospusimos la construcción de un Estado soberano e intentamos integrarnos a Occidente. Con ello renunciamos, lamentablemente, a nuestra independencia en favor de ser dominados por poderes extranjeros. Todo eso llevó a la destrucción de los mejores logros de la sociedad soviética, el saqueo indiscriminado de nuestros recursos y la imitación acrítica del sistema político, social, económico y cultural de Occidente.

El colapso de la URSS no llevó a que Rusia-Eurasia reviviera como un Estado único y un Gran Imperio dentro de un mundo multipolar sino a la construcción de horribles simulacros calcados de la sociedad occidental. Mientras tanto, Occidente apoyó toda clase de movimientos nacionalistas e incluso nazis dentro del espacio postsoviético, a excepción de Rusia donde no existía una identidad nacional sino imperial. Todos estos nacionalismos (que también existían en Rusia, aunque en un menor número) hacían parte de la estrategia occidental para destruir desde adentro la unidad euroasiática (imperial) de nuestro continente.

El problema fue que hicimos todo lo que no debíamos hacer. Dejamos de lado el Espíritu, reducimos la realidad a simples manifestaciones materiales e incluso terminamos por capitular ante los corruptos poderes occidentales con tal de conseguir unas cuantas migajas. Rusia fue gobernada por el demonio durante la década de 1990, nos habíamos convertido en la Anti-Rusia: todo lo que no deberíamos haber sido. Y el Espacio postsoviético se volvió antirruso (no solamente Ucrania, sino también la Federación de Rusia).

Saliendo del barro que nos cubrió

Fue en ese momento que Putin emergió de las profundidades de la Anti-Rusia, porque era necesario que alguien como el corrigiera la desviación histórica que estábamos experimentando (la aparición del Katechon, el Retenedor, el Hombre del Destino). Por supuesto, su aparición no se puede explicar desde el materialismo, especialmente si tenemos en cuenta que en ese momento la sociedad y el gobierno eran dominadas por agentes de influencia occidentales, oligarcas corruptos y oportunistas degenerados, siendo ese el núcleo duro de la élite rusa de la década de 1990 (hoy todos ellos siguen teniendo puestos relevantes en el gobierno ruso). Sin embargo, Putin emergió de entre ellos como una especie de salvavidas.

Fue a partir de allí que comenzamos a salir del pantano que nos había engullido (a pesar de que parecía que nada se movía, en realidad todo cambiaba). Rusia continuó coqueteando con el liberalismo, el capitalismo, intentábamos unirnos a la OMC, modernizarnos, implantar las redes de influencia occidental e incluso aceptar la cultura digital y posmoderna. En una palabra, imitábamos a Occidente en todo. El diablo gobernaba Rusia en la década de 1990.

Putin aceptó que Rusia fuera gobernada por el diablo, pero bajo una condición: la defensa de la soberanía. Se trataba de una contradicción interna que terminó por estallar: los globalistas querían que disminuyera la soberanía nacional y no que se fortaleciera. Fue así que comenzó un enfrentamiento que tuvo varias etapas: el discurso de Múnich del 2007, la guerra del Cáucaso en el 2008, Crimea y Donbass en el 2014 y, finalmente, la operación especial rusa en Ucrania en el 2022.

La operación especial Z

La operación militar especial en Ucrania ha puesto nuevamente la historia en movimiento. Putin ha ido restableciendo el poder de Rusia, devolviéndole su vieja grandeza. La soberanía fue una especie de hilo de Ariadna que Putin siguió para salir del laberinto en el que estábamos y por eso cada vez más y más se ha ido enfrentando a Occidente. Mientras Rusia se encontraba gobernada por el demonio, nadie lo tomaba en serio. Pero los acontecimientos actuales han cambiado esta percepción de las cosas.

Rusia eligió un camino nefasto en 1991 y todos los Estados, culturas y pueblos sufrieron por ello. Ahora mucha gente está muriendo en Ucrania porque Rusia tomó una decisión desacertada en 1991. Sin embargo, las cosas han comenzado a cambiar de forma brusca y desesperada. Lo que estamos viendo no es más que una continuación de la geopolítica y las catastróficas consecuencias que tiene ignorarla. Es muy fácil trastabillarse y caer hacia abajo como una piedra, pero es muy difícil levantarse y alzarse en vuelo como un pájaro. Y es incluso mucho más difícil convertirse en un ángel.

Hemos tardado 22 años en alzarnos nuevamente. Solo ahora estamos comenzando a contemplar la esfera de Florensky, pero nuestra consciencia sigue atrapada en la cárcel que construyo para nosotros el demonio: Internet, el progreso, el desarrollo tecnológico, los precios del petróleo y del gas, las sanciones, el liberalismo en las relaciones internacionales, los dogmas liberales y capitalistas, etc… El Leviatán, furioso, ha comenzado a arrebatarnos sus regalos: Twitter, TikTok, Facebook, YouTube, las marcas comerciales y el acceso a los sistemas turísticos, el cierre de nuestros gaseoductos y la clausura de nuestros sistemas de pagos, además de confiscar las propiedades y capitales que tienen los oligarcas prooccidentales en el extranjero. Los liberales creen que no seremos capaces de seguir viviendo porque nos han arrebatado todo eso. Pero ha llegado la hora de que demos un paso más allá y contemplemos la esfera de Florensky desde arriba. Cualquier intento de reproducir en Rusia la civilización diabólica occidental nos llevará al fracaso tarde o temprano. Es hora de que nuestra defensa de la soberanía se convierta en una defensa de la civilización. Hemos conseguido salir del laberinto, pero nuestra misión no ha concluido.

Sin la defensa de la civilización, cualquier intento de defender la soberanía fracasará. Intentar crear una réplica de la civilización occidental en una sexta parte de la superficie del planeta (hoy en día seria incluso menos) es una causa perdida. Tales intentos nos llevaran a la derrota y no son más que una treta maliciosa del demonio. La soberanía nos ha servido hasta hora para defendernos y ha sido la garantía de nuestra independencia. Sin embargo, es hora de continuar nuestro camino y dejar de lado, de una vez y para siempre, el lodo en el que nos habíamos hundido.

Lo que estamos viendo ahora es lo que tenía que ocurrir: es el comienzo de la Última Batalla entre la Luz y la Oscuridad, entre Eurasia y la Atlántida, entre nosotros y ellos. Y esta lucha no terminará con el fin de la guerra en Ucrania, al contrario, apenas está comenzando.

Quizás no es bueno adelantarse a los acontecimientos, pero lo cierto es que el futuro siempre surge primero en nuestra mente. Solo entonces las agujas del reloj darán la hora correcta y veremos desde arriba las agujas del reloj de Florensky.