La fuerza del pensamiento de Giorgio Agamben
Giorgio Agamben es un pensador muy valioso, una de las voces más significativas y libres del panorama teórico de la Italia contemporánea. Así lo demuestra su última obra, La potenza del pensiero. Saggi e conferenze, que aparece en el catálogo de Neri Pozza Editore (pp. 392, 26,00 euros). El texto recoge conferencias y escritos, inéditos o publicados en revistas desde 1980 hasta la actualidad y se divide en tres secciones: Lengua, Historia, Poder. Un volumen compuesto, orgánico en su contenido, del que se desprende la erudición especulativa del autor, apoyada en el deseo de arrojar luz sobre los plexos de la filosofía europea que han inducido el actual estado de cosas. La expresión lingüística de Agamben se sustenta en una voluntad de parresía, en el deseo, en la epoca de la posverdad, de afrontar de manera original problemas teóricos dirimentes para nuestro tiempo. Los argumentos tienen un desarrollo en espiral: como en todo auténtico filosofar, el escrito vuelve continuamente, «obsesivamente», sobre los mismos temas, ya desde el incipit, La cosa misma (del pensamiento).
En este ensayo, Agamben aborda la Séptima Carta de Platón, la mayoría de las veces interpretada por los críticos como prueba de la existencia de doctrinas no escritas en el pensamiento del gran ateniense, doctrinas que remiten a un «primero», a un origen indecible. En realidad, Platón, explica el pensador, tras referirse al nombre, definir el discurso, la imagen y la ciencia, pone en cuestión una «quinta», aquello mismo a lo que apunta el pensamiento. El filósofo griego afirma «muy explícitamente que “a menos que se comprendan los cuatro primeros” […] nunca se podrá conocer plenamente el quinto» (p. 13). La «cosa del pensamiento», el contacto que menciona Colli, se puede tocar, de un modo inmediato: «frotando sustantivos, logos, visiones y sensaciones entre sí y probándolos en refutaciones benignas» (p. 13). La desaparición del lenguaje en lo indecible, sic et simpliciter, esotérico, induce, por el contrario, a la pérdida definitiva de la filosofía: «La cosa en sí tiene, pues, en el lenguaje su lugar eminente, aunque el lenguaje no le sea ciertamente adecuado» (p. 14). La cosa en sí, el eidos, no es otra cosa que lo real, no es un duplicado de ello, no es un oscuro presupuesto del nombre y del logos, sino que está «en el medio mismo de su cognoscibilidad, en la pura luz de su revelación» (p. 16). El conocimiento logocéntrico ha hecho del lenguaje algo presuposicional y objetivante al reducir la «cosa del pensar» a: «un ser del que se dice y en un poión, en una cualidad y determinación que se dice de él» (p. 16).
Su verdadera cognoscibilidad, en tal perspectiva, se ha perdido. Platón no hace sino anunciar la aporía del lenguaje metafísico, con la que lidia el pensamiento contemporáneo. En efecto, el rasgo no lingüístico del origen sólo puede pensarse en el lenguaje. La comunicación filosófica debe acudir en ayuda de la Palabra misma. Aristóteles, recuerda el autor, hizo de la «cosa del pensamiento», la sustancia primera, lo que no se dice sobre un sujeto, ni en un sujeto. La sustancia se convirtió en el presupuesto sobre el que se basa todo decir, aunque, como individuum, permaneciera inefable. Agamben, por esta razón, considera a Aristóteles el padre de la mística occidental. Sobre este fundamento, el filósofo se convierte en el «escriba del pensamiento y, a través del pensamiento, de la cosa y del ser» (p. 22). La tarea de la filosofía del futuro será devolver a la «cosa del pensamiento» un lugar propio en el lenguaje. Derrida ha trabajado en este sentido, con su experimentum linguae. Este experimento se centra en el concepto de huella. El francés se refiere paradójicamente a un no-concepto que cuestiona la idea misma de sentido sobre la que se funda la lógica occidental. La huella es una especie de escritura del poder, escritura que, de hecho, según Agamben, nadie ha puesto en práctica hasta ahora, ya que implica un replanteamiento del concepto aristotélico de dynamis, poder-posibilidad.
La dynamis es el núcleo vital de la filosofía de Agamben. Así se deduce del ensayo que da título al volumen, El poder del pensamiento. Páginas esclarecedoras que aclaran el doble rasgo del poder en el Estagirita: la posibilidad del poder y del no-poder (privación) en uno. El acto aristotélico no es sino periechein, ‘lo que momentáneamente envuelve’ en su dar, el prius, la normalidad de la dynamis, como entiende Andrea Emo: «El poder se […] define esencialmente por la posibilidad de su no-ejercicio […] El arquitecto es poderoso en la medida en que no puede construir» (p. 270). La grandeza humana es anfibia, es el poder de no actuar. Sólo al no poder poseer nuestro propio poder nuestra operación es inoperante (Nancy). Tal situación atestigua la imposibilidad del sujeto moderno, induce la necesidad de su deconstrucción, a la luz de la cual será verdaderamente poderoso quien, en el momento del paso al acto: 'no anulará […] su propio poder de no […] sino que lo hará pasar integralmente a él como tal’ (p. 278), como sucede en las entidades de physis entendidas como mixis.
Agamben también dedica su atención exegética al libro de Lévinas, Filosofía del hitlerismo. En estas páginas, se argumenta que el interés por la fatticidad y el «ahí» del Ser-ahí, por parte del nacionalsocialismo y de Heidegger, su alejamiento de la vida desnuda, son un logro teórico de la filosofía europea. El nazismo no puede exorcizarse con condenas o apologías de tal o cual filósofo cercano a ese movimiento. Sería deseable, por el contrario, comprender cómo el «ahí» de la condición humana no debe ser vivido y pensado en términos de clausura, sino en función de una «apertura» real, de una exposición fáctica a esa idea de poder inoperante que podría ayudarnos a superar el impasse del presente, marcado por el capitalismo computacional: «El texto de Lévinas […] puede ofrecer entonces la oportunidad de tomar conciencia de nuestra embarazosa proximidad con el nazismo» (p. 317), dado el rasgo de «epidemia», en el sentido griego (la definición es de Emo) que asumen las democracias liberales. Agamben muestra también cómo el tema de lo Inmemorial está presente en la especulación moderna y cómo ha asumido un rasgo imaginal. En particular, esto ocurrió en el Eterno Retorno de Nietzsche. En esa imagen el ser y el devenir se dan, incluso cronológicamente, en uno, viviendo en constante interdependencia. La imagen habla de un poder in fieri que tiene en sí los dos momentos de la dynamis aristotélica, eternamente retornando e implicando el olvido. De ello, recuerda el autor, era consciente Dino Campana.
El poder del pensamiento es un libro que merece un tratamiento distinto al de una reseña. Por ello pedimos disculpas al autor y a los lectores. Esperamos haber presentado al menos algunos plexos de la articulada propuesta teórica de Agamben.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Fuente: https://www.barbadillo.it/120288-la-potenza-del-pensiero-di-giorgio-agamben/