El destino de los BRICS y el Gran Brasil
Los BRICS son la unión de la mayoría global, es decir, la Gran Humanidad. En este momento, es la principal organización que representa la multipolaridad. A veces es llamado el «Sur global», pero Rusia, con sus zonas árticas y subárticas, las más grandes del mundo, claramente no es del Sur, aunque desempeña un papel fundamental en la construcción de un mundo multipolar, junto con China, India y Brasil. Juntos fueron los primeros fundadores de los BRICS. Desde el principio, en el BRIC participaron cuatro grandes civilizaciones: la china, la rusa, la hindú y la latinoamericana, representada precisamente por Brasil, quizás hoy en día el país más importante de América Latina, donde este año se celebró la cumbre de la asociación. Luego se unió Sudáfrica, añadiendo la presencia de otra civilización, la africana, y más tarde se incorporaron países de la civilización islámica, tanto chiítas (Irán) como sunitas (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto). África reforzó su presencia con Etiopía. Pero las solicitudes para participar en el BRICS siguen llegando y la organización crece sin cesar.
¿A quién le falta al BRICS para representar a toda la humanidad y, en esencia, sustituir en las nuevas condiciones —multipolares— a la obsoleta y cada vez más ineficaz y paralizada Organización de las Naciones Unidas? Solo a los países del Occidente colectivo. ¿Por qué? Porque Occidente sigue negándose a reconocer el orden mundial multipolar e insiste en la unipolaridad y la hegemonía que quieren plasmar en una formación internacional alternativa: la Liga de Democracias, es decir, Occidente y sus vasallos más sumisos.
Así, en el futuro se perfilan dos proyectos alternativos de organización internacional que reflejarían el nuevo orden mundial. Los BRICS es la encarnación de la multipolaridad, mientras que la Liga de Democracias es un intento desesperado por mantener un mundo unipolar y centrado en Occidente. Sin embargo, la unipolaridad no es el futuro, sino el pasado. Según el experto estadounidense Krauthammer, se trata solo de un momento que duró desde la desintegración de la Unión Soviética en 1991 hasta nuestros días. Hoy en día, ese momento ha llegado claramente a su fin.
El contenido principal del panorama mundial actual es la transición de la unipolaridad, que dominó hasta hace muy poco, a la multipolaridad. El mundo unipolar se dirige hacia su ocaso, mientras que el multipolar se eleva como el sol. Por lo tanto, la época de los BRICS apenas está comenzando.
Es importante prestar atención a cómo la unipolaridad en retroceso quiere evitar o posponer la llegada de la multipolaridad. Curiosamente, el oligarca estadounidense, miembro del Club Bilderberg y partidario de Trump, Peter Thiel, habló recientemente de esto de manera muy perspicaz en una entrevista con el New York Times. Según él, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, los globalistas y los liberales plantearon la tesis: «One State or none» (Un Estado o ninguno), lo que significaba: o la globalización liberal bajo el mando del Gobierno Mundial o el conflicto de todos contra todos y la destrucción mutua garantizada de la humanidad. El proyecto «Armagedón». Thiel señaló acertadamente que la amenaza del Armagedón es exagerada artificialmente precisamente por aquellos que quieren crear un Gobierno Mundial y gobernar la humanidad de forma unipersonal. Los liberales presentan un mundo multipolar como un «choque de civilizaciones» (Huntington) que conduce al inevitable fin del mundo, al Apocalipsis.
Al mismo tiempo, señala el católico Peter Thiel, lo que proponen los partidarios de la unipolaridad y el globalismo se asemeja mucho al Anticristo. El Anticristo asustará a la humanidad con catástrofes, epidemias y guerras para obligarla a aceptar su omnipotencia. El liberalismo, el globalismo y la unipolaridad son ese Anticristo. Así lo cree no solo Thiel, sino también la mayoría de los estadounidenses que votaron por Trump.
Otra cuestión es que Trump no se apresura a cumplir las promesas que hizo a quienes lo eligieron. Acaba de involucrarse en una nueva guerra agresiva contra Irán, país miembro de los BRICS. Además, Trump se opone abiertamente a los BRICS, a pesar de que el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, reconoció recientemente que vivimos en un mundo multipolar. Trump también apoyó la agresión de Israel contra Irán y el genocidio de la población palestina en Gaza. Esto provocó una división entre sus partidarios. Pero, en cualquier caso, el actual movimiento de MAGA, sobre cuyos hombros Trump ganó, ve hoy la situación de la misma manera que Peter Thiel y desea que Estados Unidos se ocupe de sus problemas internos, ponga fin a su política intervencionista, deje de prestar una enorme ayuda militar a Israel y al régimen de Kiev y reconozca la multipolaridad.
Si Trump fuera coherente, debería presentar una solicitud de entrada a los BRICS y, junto con la mayoría global, construir una nueva arquitectura de un mundo multipolar y justo. Pero, bajo la influencia de los grupos de presión y, en particular, de los neoconservadores, se ha desviado considerablemente de esta línea, encontrándose entre dos estrategias radicalmente diferentes: la aceptación de la multipolaridad (que se ajusta a la línea MAGA) y los desesperados intentos por salvar la hegemonía occidental, que se desmorona ante nuestros ojos, es decir, la unipolaridad. La agresividad de Trump sirve de argumento a los globalistas duros. Ven en ello una confirmación de su retórica sobre el Armagedón: Trump dio un giro hacia el nacionalismo estadounidense y esto es lo que ha pasado.
La tarea de los países que realmente han optado por la multipolaridad, a nivel ideológico y conceptual, así como con el apoyo del potencial conjunto de los medios de comunicación de nuestros países, consiste en demostrar el carácter armonioso de la multipolaridad, mostrar el potencial pacificador de los BRICS, su capacidad para negociar eficazmente, apaciguar conflictos y prevenir otros nuevos. Hay que demostrar claramente al mundo que los BRICS no es el camino hacia el Armagedón y el «choque de civilizaciones», sino, por el contrario, el camino correcto hacia una paz estable y fiable, hacia el diálogo y el respeto de cada una de las civilizaciones y la soberanía incondicional de todos los países, sin intentar imponer a nadie nuevas formas de hegemonía. En los BRICS todos son verdaderamente iguales.
Un aspecto importante de la multipolaridad es que se trata de un modelo completamente nuevo de organización política del sistema internacional. El sistema de Westfalia se basaba en el reconocimiento de la soberanía de los Estados nacionales, que eran principalmente las potencias coloniales europeas. Más tarde, el principio de soberanía se extendió formalmente a las entidades poscoloniales. Así se creó la Sociedad de Naciones. Sin embargo, los países no pudieron disfrutar de una soberanía real durante mucho tiempo. Ya en la década de 1930, se formaron tres polos ideológicos en Europa y en el mundo: el liberal, el comunista y el fascista. Y solo estos tres polos eran soberanos. Los Estados individuales perdieron rápidamente toda soberanía si no se unían a uno de ellos, ya fuera de forma voluntaria o forzosa. Esto se reflejó también en el mundo poscolonial, en particular en los países de América Latina, donde los distintos Estados también se vieron obligados a elegir con quién se alineaban. La Sociedad de Naciones fue disuelta.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la soberanía nacional nunca se restableció y, aunque se creó la Organización de las Naciones Unidas, se formó un mundo bipolar, donde los países se dividieron en dos bandos: el capitalista y el socialista. Las metrópolis de estos bandos, Moscú y Washington, eran soberanas. Las demás no. En el contexto de la Guerra Fría, también existía el Movimiento de Países No Alineados, pero no llegó a convertirse en un polo independiente.
Tras el colapso de la Unión Soviética, surgió un mundo unipolar en el que solo un bando, el occidental, seguía siendo soberano. A todos los demás se les ofrecía la opción de someterse o morir. Este es el fin de la historia: el poder absoluto de la civilización liberal occidental moderna sobre todos los demás. Todos los países tenían una soberanía ficticia y las votaciones en la ONU se convirtieron en una mera formalidad que reflejaba los éxitos de la hegemonía.
Pero desde principios de la década de 2000, el auge de China, Rusia, India y Brasil puso en tela de juicio la soberanía unipersonal de Occidente, su hegemonía. Esto marcó el comienzo de la multipolaridad y los BRICS fue su primera formalización institucional.
Así pues, el mundo multipolar no es simplemente el restablecimiento de la soberanía de los Estados nacionales, que en realidad ya no existe desde hace cien años. Los actores de un mundo multipolar no son los Estados nacionales, sino las grandes potencias, los Estados-civilización. Estos son a la vez entidades civilizacionales y geopolíticas conocidas como «grandes espacios», que son los únicos que tienen la posibilidad de convertirse en polos verdaderamente soberanos.
¿Qué quiere decir? El polo no es solo la Federación Rusa, sino Rusia-Eurasia, el mundo ruso, la Unión Euroasiática. Por eso China lucha por recuperar el control sobre Taiwán y promueve el proyecto «Un cinturón, una ruta» fuera de sus fronteras. India sigue el mismo camino. El mundo islámico, dividido, no tiene posibilidades de convertirse en un sujeto del mundo multipolar si no supera sus contradicciones internas. En los BRICS vemos reunidos tanto a los chiítas como a los sunitas como una especie de prototipo de la unidad islámica. Cada vez es más relevante el tema de la Unión Africana y el panafricanismo en el continente negro. De ahí se deriva una conclusión importante: si América Latina quiere ser soberana, debe encontrar la manera de integrarse en un «Gran Espacio», en una Ecúmene, como dice el filósofo argentino Alberto Buela.
Así, el nombre de los BRICS comienza con la letra más importante, la «B», que significa Brasil. El liderazgo de Brasil ha resultado ser el más perspicaz de los países de América Latina y Brasil es el país más responsable y más cercano al estatus de gran potencia. Brasil no solo se unió a los BRICS, sino que creó esta unión. Estuvo y sigue estando en los orígenes de la multipolaridad. Es el momento de que Brasil desempeñe un papel protagonista en la unión del gran espacio latinoamericano. Porque esa era precisamente la idea principal de Bolívar y San Martín, pioneros de la descolonización: los Estados Unidos de América Latina, un Estado-Civilización particular, un polo soberano. Más tarde, tanto las fuerzas de izquierda (desde Castro y Che Guevara hasta Hugo Chávez) como las de derecha (el general Perón o el presidente de Brasil Getúlio Vargas) se refirieron a ello.
Por eso, hoy es necesario un nuevo proyecto integral —ni de derecha ni de izquierda— de integración de América Latina en una especie de imperio soberano independiente que no esté bajo la tutela ni de los Estados Unidos y el Occidente colectivo, ni de ningún otro polo.
Es precisamente en esto donde veo la misión de la Gran Brasil. Debe justificar no solo la presencia, sino también la primacía de la letra «B» en el nombre de la asociación internacional más importante del siglo XXI.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera