Occidente se ha convertido en una pesadilla
Hoy en día, muchos citan las palabras de Alexei Gromyko sobre que «Rusia se parece más a la Europa tradicional que los países europeos». Creo que con ello quería expresar algo muy cierto. En su momento, estando en Argentina, exclamé: «Qué país europeo tan maravilloso». Más tarde, al llegar a Francia (antes de las sanciones), me horrorizó su estado: «Qué basurero».
El caso es que muchos europeos, al llegar a Rusia, se alegran: les recuerda a Europa, pero en su fase anterior, es decir, pasada. Es el Occidente que ya no existe en Occidente. Se puede todavía encontrar en América Latina y en nuestro país. Es más, pronto se podrá considerar Occidente a algunas sociedades asiáticas. Sin embargo, la degeneración, el fracaso total, la decadencia y la transgresión que han sufrido las propias sociedades occidentales ya no permiten considerarlas como parte del Occidente tradicional.
Por supuesto, esto no significa que hayamos cambiado. Aquí hay que ser muy cautelosos. Gromyko claramente quiere decir que Occidente se ha perdido a sí mismo, mientras que nosotros aún no hemos pasado por ese proceso. Pero, en realidad, nos encontramos en una etapa de occidentalización y modernización que parece más o menos decente precisamente por nuestro retraso. Si nos hubiéramos adentrado más en la civilización occidental, si la hubiéramos seguido más de cerca, creo que nuestra situación sería más o menos la misma: una pesadilla, degeneración, una gran cantidad de inmigrantes sucios y sin raíces que reclaman derechos, una población local atemorizada, pervertidos liberales y totalitarios que eluden la ley y cometen crímenes horribles. Todo esto nos amenazaba a nosotros también, hasta el colapso definitivo y la desaparición.
El hecho de que nos hayamos detenido en algún punto y hayamos decidido no seguir los pasos de Occidente crea esa sensación de una Rusia acogedora, agradable y desarrollada que mencionó Gromyko. No hay nada malo en ello, es una observación muy acertada. Como dijo Tucker Carlson: si hay algo que se parece a Occidente, es Rusia, Moscú y San Petersburgo.
Sí, realmente se parece al Occidente. Pero Roma, París y Londres se han convertido en basureros, donde ya no se ve a menudo a personas blancas ni se encuentran valores tradicionales. Y no se trata de países asiáticos o de África. Aunque África es un mundo maravilloso con su propia cultura. Y los países islámicos y musulmanes tradicionales son simplemente interesantes. Pero cada uno debe vivir en su lugar. Los globalistas traen migrantes a Europa para destruir a la población local hasta dejarla irreconocible y luego simplemente sustituirla por robots.
Pero al mismo tiempo quiero decir que estas palabras no son un argumento real. No pueden ser el fundamento para la construcción de la misión de Rusia, de su estrategia y, en general, de nuestra soberanía. Es simplemente una cómoda constatación de un representante de la élite, siendo Gromyko heredero de una conocida familia soviética que se regodea prestando atención a lo bien que funcionan las cosas aquí y a lo mal que funcionan ahora en Occidente. Es decir, no es más que la observación de un extraño.
En realidad, se trata de una idea muy inestable y frágil. Porque, en realidad, Rusia es una civilización aparte. Nos separamos de la civilización occidental en el siglo XI y nos convertimos en una civilización independiente en el siglo XV. Nos dimos cuenta de ello en los siglos XVI y XVI, y luego nos mantuvimos con diversos grados de éxito, a veces retrocediendo mucho, a veces volviendo de nuevo. Ahora es el momento de volver a lo que somos: un Estado-civilización. Así lo dice nuestro presidente y muchas personas de alto rango.
Por lo tanto, en general, considero que la observación de Gromyko es inapropiada. Precisamente ahora es importante que no nos alegremos de haber quedado rezagados con respecto a Occidente y de que, por eso, tengamos un país limpio, ordenado, en el que todo funciona de alguna manera y en el que la gente es normal, mientras que en Occidente ya no queda nada de eso. De lo que, en realidad, hablan muchos de nuestros invitados de América y Europa, que son solidarios con un mundo multipolar y a los que tampoco les gusta la dictadura liberal que reina en Occidente.
Aquí todo es maravilloso, pero no es maravilloso a nuestra manera. Es decir, seguimos a Europa, pero nos quedamos atrás. Y eso resultó ser mejor que si no nos hubiéramos quedado atrás. Miren a dónde ha llevado todo esto a Ucrania y a muchos otros países.
Pero nosotros necesitamos nuestra propia civilización. Debemos concientizarnos de que somos un Estado-civilización. Hay que construir la Gran Rusia. Incluso estética, tecnológica y psicológicamente tendrá un aspecto diferente a la actual. No puede ser la Europa sibarita que vive en la periferia, aislándose de las formas más tóxicas que Occidente adquiere en su territorio. Tal utopía no durará mucho tiempo.
Si nos movemos en dirección a Europa, nos movemos hacia el abismo, hacia el basurero, hacia lo prohibido en Rusia: LGBT* y otras transgresiones, feminismo, operaciones transexuales, sustitución del ser humano por biorrobots y transferencia del poder a la inteligencia artificial. Todas estas formas de degeneración total que vemos en Occidente, todo esto tendremos que adoptarlo si nos movemos en dirección a Europa. Y no se puede simplemente detenerse en este movimiento por mucho tiempo.
Seguir siendo la Europa del pasado no es un proyecto, no se trata del futuro. Y el futuro de Rusia es completamente diferente.
Rusia debe convertirse en sí misma. No es fácil responder a la pregunta «¿Qué es eso?». Pero está claro que no es Occidente. E incluso nuestros occidentalistas y liberales ya han comprendido que no es el Occidente moderno. Al mismo tiempo, pensamos: «Detente un momento, esto es perfecto».
Pero eso no va a funcionar. Necesitamos recursos para el futuro, necesitamos energía, necesitamos despertar nuestras fuerzas, necesitamos imágenes del futuro ruso. Sin eso, nuestro presente será simplemente una parada, un respiro antes de caer en el abismo. Hacia donde ya nos hemos estado precipitando a gran velocidad durante los últimos 100 años y especialmente rápido en la década de 1990.
Por eso, hoy necesitamos un cambio de rumbo profundo hacia un Estado-civilización. Nuestro presidente habla bien de ello. Pero hay que pensarlo detenidamente y describirlo. Y hay que avanzar en esa dirección.
*El movimiento LGBT ha sido incluido por Rosfinmonitoring en la lista de terroristas y extremistas y está prohibido en el territorio de Rusia. Tsargrad sigue insistiendo en que no es necesaria una terminología especial como «LGBT». Este tipo de cosas deben llamarse por su nombre. Se trata de perversiones.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera